GIRONA, 6 de julio de 2023
(Estas fueron mis palabras como telonero de la periodista Tura Soler y del protagonista Óscar Tarruella)
Bona tarda a tothom.
Cuando Óscar me dijo que le haría mucha ilusión que presentara el acto, mi
subconsciente Manolete me decía NO TE METAS, pues todo y qué los dos venimos
de la misma cepa, nuestras especialidades son de mundos muy diferentes. Le dije
que yo no estaba a la altura para presentar a un investigador de crímenes, por lo
que el autor y la organización propusimos a Tura Soler, reconocida periodista de
SANG i FETGE en todos los sentidos. Pero si accedí a ser el telonero de estas dos
personas que tanto las admiro, por su profesión y sobre todo por los valores que
emanan en cada paso que hacen.
Primero de todo, quiero agradecer a Josep Palouzier como director de orquesta del
acto. Me ha pedido que le disculpen su retraso por motivos de responsabilidad
municipal, está asistiendo al Pleno del Cartipàs. También agradecer a los
propietarios de la Sala Ferrán Agulló, al Sr. Francesc Palomera por proporcionarnos
una vez más este magnífico y precioso espacio.
Les informo que el acto está siendo retransmitido en directo y quedará grabado en
el canal de internet de Óscar Tarruella para quienes no hayan podido venir aquí
y principalmente para que nuestro comisario Gámez pueda ver esta presentación y
que me ha pedido salude a Óscar de su parte. Quienes no conozcan a Javi Gámez,
les diré que es un guerrero que combate contra la enfermedad ELA y contra los
gobiernos y partidos políticos que obstaculizan que la ley se apruebe para garantizar
una vida digna a los enfermos y sus familiares. Desde aquí, un saludo y abrazo muy
fuerte comisario.
Les voy a explicar una pequeña historia, trasladándoles 3 décadas atrás, donde un
jovencito Óscar Tarruella era aspirante a policía, mossos d’esquadra y padre de un
bebe llamado Aitor. El pasado 29 de junio, Óscar y también Carles que está ahí
delante y un servidor, hace 30 años que finalizábamos el curso básico de policía. Los
tres pertenecemos a la 6ª promoción de Mossos, que fue amadrinada por la actriz
y humorista Lloll Bertrán, su hermano Joan, también es compañero nuestro de
promoción y de la decimoquinta sección, de las 19 que creo recordar que había.
Nuestra instructora se llamaba y se llama, Cristina Manresa, hoy comisaria, fue la
primera mujer que ascendió a esa categoría de mossos y creo que en poco pasará a
ser directora del ISPC antes EPC. Cristina, en aquel tiempo agente, como todas y
todos los instructores de principios de los 90, tenía menos recorrido y experiencia
policial que el Sr. Albert Ballesta como alcalde de Girona, para que puedan entender
los de aquí.
El 5 de octubre de 1992, empezamos el curso, para mí un GRAN PRIX como el del verano de La 1, en este caso de la EPC, pues fue una carrera de obstáculos y pruebas
que los aspirantes a policía debíamos de superar para ser nominados aptos y así
pasar a la siguiente y última fase de la oposición, las prácticas.
El GRAN PRIX empezaba con la prueba de obstáculos para encontrar la entrada de
acceso para aspirantes a la EPC, nada fácil, un laberinto de calles por Mollet y Parets del Vallès.
Una vez localizada la entrada, el aspirante debe sobrevivir a la zona fangosa y
polvorienta del aparcamiento. En el siguiente obstáculo, ha de superar la pasarela,
un puente resbaladizo por lluvia, hielo o niebla llorona. Superada la pasarela, había
que jugársela en la zona de baldosas movedizas, un pavimento infernal hasta llegar
a una zona segura por el firme, pero también peligrosa por ser un territorio que
controlaban las OCAS, si aves, ya saben. Las ocas, eran la segunda especie
dominante en la cadena de poder de la escuela, que por encima de ellas solo estaba
su amo y señor, el director y por debajo de sus ocas les seguían por orden jerárquico
los instructores, profesores, administración, empleados del bar y restaurante,
agentes del cuerpo de guardia, operarios de mantenimiento, señoras de la limpieza
y por último estábamos los aspirantes.
Pues estos son los obstáculos que cada día durante 9 meses tuvimos que lidiar antes
de empezar las clases, las pruebas formativas, un sumario de asignaturas agrupadas
en módulos como legislación, gramática catalana, de pasada algo de función policial,
un suspiro de prácticas de tiro, un poco de regulación de tráfico y por supuesto
preparación física y defensa personal. Esta disciplina, la defensa personal, pero en
ningún caso policial, era otro reto, sobrevivir en un tatami de 20 por 20 a reventar
por decenas de aspirantes envueltos en un kimono de cartón piedra, todas y todos
imitando las patadas de un nipón subido en una mesa. Ni me imagino los
pensamientos del Óscar observando al nipón por encima del gallinero, cuando él
hacía muchos años que era experto, cinturón negro en una disciplina que luego haré
mención.
En el aula, al fondo en el córner derecho se sentaba Carles, a su lado Óscar, delante
de él un servidor que estaba flanqueado por dos personajes que suspendieron el
curso, el de la derecha por malo y el de la izquierda, creo recordar que no aprobó
ningún examen, pero que, por experiencia de tres décadas en el Cos, visto lo visto,
hubiera sido un perfil prometedor para las escalas executivas.
Volviendo a la carrera de obstáculos, la prueba estrella para poder superar el Gran
Prix fueron las simulaciones, luego les llamaron Módulo 7 o algo así. Se trataba de
convencer a una psicóloga y a la instructora Cristina, que teníamos dotes de policía,
como el autocontrol, destreza y capacidad para resolver un supuesto e imaginario
conflicto, aunque nadie nos hubiese o hubiera enseñado nada. En cada simulación,
un binomio de aspirantes hacían el papel de policías y otros el papel de malos, todo
en un contexto y en un entorno imaginario. Por ejemplo, la instructora y la psicóloga
nos llevaban a la pista de atletismo y nos pedían que nos imaginásemos que
estábamos en la Plaza Cataluña de Barcelona y que debíamos disolver una
manifestación, o que imagináramos que la entrada del edificio a la residencia de
aspirantes era el andén del metro y la misión era desalojarlo de personas indigentes,
esta me tocó a mi, o imaginar la clase de la sección que era una sala de vistas de un
juzgado, o la entrada a la cantina-comedor era la sala de plenos de un
ayuntamiento… imagínense la imaginación que teníamos que tener.
Las simulaciones era la llave del curso, si la psicóloga e instructora imaginaban que
no valías, suspendías todo el curso. Por ello, a mí me gusta llamar a nuestra
promoción LA IMAGINATIVA, por el potencial que desarrollamos en las
simulaciones, pero otros la llaman LA PROMOCIÓN X por ser la única que no celebró
ceremonia de graduación, conocida popularmente como la tirada de gorra.
A la mitad del curso celebramos el paso del estrecho, perdón por mi deformación
profesional de tráfico, quería decir paso del ecuador, el del estrecho es la
performance que realizan el SCT i la DT para posturear que controlan el flujo de
vehículos, un poco pasados de pesos y dimensiones que bajan por la autopista
procedentes de toda Europa para visitar a sus familiares en África. La fiesta del
ecuador se amenizó con exhibiciones de K9, partidos de básquet, la actuación de
nuestro mago y compañero Antonio, algún cantante y la exhibición de artes
marciales del amigo Óscar, rompiendo ladrillos y listones de madera con el cuello,
inolvidable.
Continuó el GRAN PRIX, hasta que cumplimos los 9 meses, ni un día más y ni un día
menos, ya que así lo exigió el director Rodés, el Señor de las Ocas, a la Consellera
Cuenca, bajo amenaza de suspender a todos/as el curso si acabábamos antes del
tiempo establecido que marcaba en las bases de la oposición. Menuda estratega fue
la consejera, ya que en vez de pedir el favor para acabar antes el curso por que los
mossos asumían todas las competencias penitenciarias el día 1 de julio, le pegó
primero el navajazo al Sr. Rodés informándole que la próxima temporada el director
será otro.
Pues la jodienda política como siempre nos la comimos los de siempre, los
aspirantes, ya que el curso acabó a las 18 horas del día 29 de junio de 1993 como el
Rosario de la Aurora, con la prueba final del Gran Prix, la salida en desbandada de la
escuela dirección Barcelona para recogen el arma y la credencial, para estar
puntualmente a las 9 horas del día siguiente cada cual en su destino. Fue la última
vez que vi a Óscar hasta pasado muchos años, como saben, él se dedicó a su
apasionado mundo del crimen y yo del asfalto.
La famosa tirada de gorra, nuestra PROMOCIÓN IMAGINATIVA la realizamos 25 años
más tarde, pero no todos estuvimos presentes.
Con esta pequeña historia, me gustaría que se pusieran en la piel de los aspirantes
después de superar el Gran Prix para afrontar todos los requerimientos que la
sociedad les exigirá o solicitará, con una formación en mi opinión diría que
insuficiente, por decirlo suave y respetuosamente. Por eso, cuando conozco a
profesionales con la trayectoria como la de Óscar, solo puedo cuadrarme, con
admiración saludarlo respetuosamente y reconocer su valía, capacidad y sobre todo
agradecer sus valores éticos y humanos al servicio público de la ciudadanía.
Acabo.
Por los cientos y miles de personas que he conocido o coincidido en este mundo de
la seguridad pública, tengo la convicción que los buenos policías son buenos por
naturaleza, pueden mejorar sus capacidades profesionales, formativas y con el
tiempo su experiencia, pero la bondad la llevan de serie.
Amigo Óscar, mil gracias por hacer grande nuestra profesión y sobre todo por tu
amistad.
Admirada Tura, este telonero ha finalizado la actuación, tiene usted la palabra.