En el Ejército descubrir aptitudes que obviamente desconocía, una de ellas gracias a mi paso por la COE y concretamente a esta fase de armamento, por los resultados en las prácticas de tiro me hicieron tirador selectivo, que solo supuso una diferencia con al resto de mis compañeros, la de acompañar al Comandante Jefe del GOE a Zaragoza para realizar unas visitas a diferentes acuartelamientos militares de la provincia, así como a la Base Militar de los EEUU y también hacer las captaciones de soldados voluntarios para el GOE IV, y que merece un párrafo aparte, que explicaré más adelante.
Hago un inciso para explicar cómo se organizaba el GOE IV. El GOE IV Almogávares de Barcelona se componía de la COE 41 y la COE 42 y de la Plana (planificación). Se alternaba anualmente la operatividad de las dos COE, un año estaba operativa la 41 y el otro la 42. La Compañía 42 se dividía en dos grupos, con un teniente de mando, dos sargentos y un cabo primero para cada grupo, así como varios cabos y soldados de remplazo. El GOE IV lo mandaba el Comandante Carlos Alemany y la Plana el Sargento Vidal. La COE 42 aquél año la comandó el Capital Rafael Hijano y el grupo al que me asignaron fue mandado por el Teniente Ramón Serrano, los Sargentos Iborra y Pernas y Cabo Primero Tejedor, siendo nuestra responsabilidad entre otras, el material topográfico, como mapas militares, brújulas, etc.
Retomando la fase, esta maniobra consistió en la formación y prácticas de orientación, la interpretación de los mapas militares en la zona, la observancia de la estrellas para guiarnos en las rutas nocturnas y muchas marchas tanto de día como de noche. También nos formaron en la técnica para mimetizarnos, haciendo uso de utensilios, pinturas y otros objetos y materiales de la naturaleza, como hojas, ramas, corteza, etc.
Supervisión del material, uniformidad y mimetización.
Formación antes de iniciar la marcha topográfica y orientativa.
Mi equipo de orientación.
Mi experiencia de escolta del Comandante Alemany y el viaje a Zaragoza, fue como resultado de la puntería en las prácticas de tiro en Castillejos. El comandante ordenó que le acompañara a Zaragoza junto a un soldado conductor. Ese viaje fue todo él, anecdótico. Cuando estábamos cerca de la ciudad, el comandante que iba de copiloto en el Jeep y, yo detrás, se giró y me preguntó "¿cabo Labrador, ha visitado alguna vez el Pilar?" y mi respuesta fue "no mi comandante", acto seguido, él ordenó al chofer dirigirse a la Basílica del Pilar.
Llegamos a la plaza, el chofer aparcó al lado mismo de la entrada de la Catedral siguiendo las órdenes del comandante, le dijo al éste que esperara fuera vigilando el Jeep y me dijo a mí "acompáñeme cabo". Entramos en la Basílica, de uniforme mimetizado y yo con el subfusil cruzado en la espalda. Hice el amago de quitarme la boina verde al traspasar el marco de la puerta, pero el comandante me dijo "No, nosotros no es necesario que nos descubramos". Caminando hacia la Virgen, nos cruzamos con varias personas, la mayoría eran señoras de muy avanzada edad y, observé como nos miraban sorprendidas de nuestra presencia y luego se persignaban. Llegamos a la Santa Capilla de Ntra. Sra. del Pilar, el comandante se descubrió de la boina y me dijo "Labrador, le presento a la Virgen del Pilar".
Después de mi primera visita al Pilar, que la recordaré siempre gracias al Comandante Alemany, nos dirigimos a los cuarteles donde él tenía planificada varias reuniones. La primera visita fue al Acuartelamiento de San Fernando, aparcamos y el comandante me dio mil pesetas y me dijo "haz alguna captación, invita a cervezas y explica que la COE es la mejor experiencia que se pueda tener en el ejército español". Acompañado con el soldado chofer, nos fuimos hacia la cantina para la tropa, al entrar, me sorprendió que todos los solados y cabos que estaban dentro nos miraron como el foráneo que entra en una cantina del Far West Americano, supongo que el uniforme mimetizado fue el motivo, ya que en aquellos años no se usaba como luego se generalizó en el Ejército, pero también y puedo dar fe de ello, que la Boina Verde idólatra en demasía. Allí, coincidí con Puig, un compañero de la EGB de los Franciscanos de Vilanova i la Geltrú que me alagó con sus admiraciones por ser cabo de la COE. Tomamos varias cervezas, esos si, patrocinadas por el comandante, y entre historias de las experiencias de las COEs y dar respuestas a preguntas y dudas, capté algún voluntario, pero no pude convencer a Puig, mi compañero de cole, ya que tenía un mejor plan para continuar la Mili en Zaragoza.
Al día siguiente visitamos la Base Americana de Zaragoza. En el acceso, ya me impactó ver a una enorme Marine, fuerte y con un plante marcial admirable. Nos identificamos y durante el trayecto por las calles de la base, me dio la impresión de estar en medio de una ciudad americana, casas sin muros perimetrales donde de veían las bicicletas y juguetes en los jardines, tiendas, cines y locales rotulados en inglés, aviones enormes mucho más grandes que los Hércules españoles que yo había visto aterrizaban o y despegaban... estaba en Estados Unidos sin salir de Aragón.
El viaje finalizó, siendo toda una experiencia para mí, pero que al llegar al Bruch, en cuanto me preguntó el Tte. Serrano cómo había ido, le dije que había ido perfecto, como estaba planificado, momento que aproveché para trasladarle mis pesares sobre el tema de continuar haciendo ese tipo de servicios. Le expliqué que todo y estar completamente agradecido por la confianza y reconocimientos del comandante hacia mí, me preocupada la posibilidad de no poder realizar las restantes fases de la Compañía si tenía que realizar funciones de escolta del comandante. El teniente me dijo que no me preocupara y así fue, nunca más fui requerido para ese menester con el jefe del GOE IV.
A finales de noviembre, se nos informó que en diciembre nos destinaban a las Islas Chafarinas, un archipiélago español situado frente a las costas de Marruecos y que diferentes unidades del ejército, como La Legión, los Regulares y las COE se alternan la vigilancia de este archipiélago, como de las Islas Alhucemas y el Peñón de Vélez de la Gomera.
Vista aérea del Peñón de Vélez de la Gomera en la costa de Marruecos, entre Ceuta y Melilla.
La misión de la vigilancia de esas tierras españolas frente a Marruecos, empezó con los preparativos a mediados de noviembre y antes de diciembre, se inició el traslado de toda la COE 42. El primer desplazamiento fue en tren de Barcelona a Madrid, y de la estación de Atocha a un acuartelamiento militar a las afueras de Madrid en camiones militares, donde hicimos noche. Al día siguiente, de Madrid a Ronda-Málaga, nos desplacemos en varios helicópteros Chinook, una experiencia nueva, pero demasiado ruidosa, todo y que llevábamos colocados auriculares para minimizar el ensordecedor estruendo de los rotores del aparato.
La Compañía embarcando en un de los Chinook que nos llevaría de Madrid a Málaga y de Málaga a Chafarinas.
De postureo ante los helicópteros Chinook
Al llegar a Ronda, al cuartel de La Legión, tuve varios sentimientos. El primero me recordó a mi padre, pues como ya dije, mi progenitor estuvo en el Tercio Don Juan de Austria III de La Legión, no en Ronda sino en África, concretamente en Smara, el Sahara. Luego me sorprendió ver a soldados rasos y cabos mayores de edad, pues los legionarios no son de mili, sino soldados profesionales y al ver mandos, como sargentos y tenientes jóvenes dando órdenes a voces a soldados de edad avanzada, me impactó. La tercera cosa que me llamó la atención, fue comer la cena en platos de vidrios y no en bandejas de aluminio como estaba acostumbrado en todos los cuarteles que había estado: en Gerona, Barcelona, Zaragoza y Madrid, como también me sorprendió la calidad y la cantidad de la comida que nos sirvieron. La cuarta y última experiencia en el cuartel de la Legión fue un pequeño desencuentro con un Cabo Primero de la BOEL (la Bandera de Operaciones Especiales de la Legión) que todo y qué nuestro capitán Hijano nos había avisado, sobre evitar a éstos, sus desconsideraciones y fanfarronerías, ya que se decía, que menospreciaban a los Boinas Verdes de la COE por ser de remplazo y no profesionales como ellos, agraviándonos con el descalificativo de "quintos". Pues hablando con un soldado de la BOEL, muy correctamente, éste al decirle que yo era de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, se sorprendió y se lo dijo a su Cabo Primero que estaba a lado, girándose éste, el "paisano" y, de forma despectiva me soltó un: "peor para ti" y, yo fuera de lugar, como siempre con exceso de orgullo le contesté: "menudo idiota" e inmediatamente el cabo primero intentó agarrarme, con no buenas intenciones, pero se lo impidieron sus acompañantes... por suerte para mí y ahí acabo todo.
La tercera y última etapa, fue de Ronda hacia los tres destinos: un grupo con el Capitán Hijano al mando fue al archipiélago Chafarinas, el otro a las Islas Alhucemas al mando del Teniente Bruno y el tercer grupo al mando del Teniente Serrano al Peñón de Vélez de la Gomera y, en este grupo iba yo.
Dentro del Chinook sobrevolando la mitad de España.
En cuanto aterrizamos en el Peñón, nos recibieron los efectivos de otra COE, no recuerdo cual era, nos pasaron novedades y se marcharon aquél mismo día y en la misma aeronave que nos trajo a nosotros. Yo recibí las novedades del puesto de guardia y vigilancia del faro, siendo "víctima" de una de las novatadas más sonadas del Peñón, cuando me tragué las instrucciones de dar cada 8 horas cuerda al faro para que no se parase y, me volví loco buscado la cerradura para dar cuerda con la llave que me traspasaron... hasta que se lo dije a mi sargento, que todavía hoy si leyera este recuerdo, se troncharía de risa como lo hizo aquel día.
La estancia en el Peñón duró todo el mes de diciembre, Navidad incluida y marchamos hacia la península el día 29 con el objetivo de pasar Noche Vieja en nuestros hogares, con nuestras familias.
En la foto, el equipo de fulbito compuesto por el señor panadero, el Sgto. de la Armada, el Cabo Primero Tejedor, el Sgto. Pernas y el Tte. Serrano, más atrás de espectador uno de los soldados de la Armada.
Los trabajos, actividades y "diversión" si se puede llamar eso a jugar un poco a una especie de futbol sala en una diminuta pista, distraernos en algún juego de mesa, remojarnos un poco en las frías aguas del Mediterráneo en el mes de diciembre... los días iban transcurriendo cada día más lentos a medida que íbamos sumando uno tras otro. Las guardias y vigilancia del Peñón se repartían entre todos, también entraban en la rueda los solados de marina que estaban con nosotros. La cocina y panadería lo realizaban el personal civil contratado por el Ejército, dos hombres y la señora de uno de ellos, los tres rozando la edad de jubilación.
Puesto de guardia en compañía del soldado Núñez y con la ametralladora MG.
En la playa, en la zona marroquí había un pequeño poblado con tres o cuatro familias que vivían de la pesca que producían a diario. Un poco más arriba de la playa, a unos 500 metros, había una pequeña caseta que la ocupaban tres soldados de la Gendarmería Marroquí, supuestamente para vigilarnos y que según decían, el relevo de ese puesto lo hacían cada tres meses, pues ese enclave se localizaba a muchos quilómetros de distancia de una civilización urbana. Todo el perímetro del Peñón, tanto por mar y por tierra, estaba delimitado por banderitas de España.
Remojón en las frías aguas, de fondo las costas de Marruecos
Durante el tiempo que estuvimos en el Peñón, coincidimos con maniobras militares conjuntas de los EEUU y Marruecos, y que se hicieron notar especialmente por aire, ya que de tanto en tanto nos sobrevolaron aviones cazas y helicópteros. También a lo lejos divisemos varios buques de guerra y un portaviones.
También vivimos un par de incidentes. El primero preocupante, por motivos de seguridad. Una mañana nos activaron a todos a posicionarnos en los puntos de vigilancia y accesos al Peñón, con todo el armamento disponible por un posible estado de alerta, ante la amenaza de una patrullera marroquí que exigía la entrega de una embarcación de peca española que había entrado en nuestra aguas huyendo de dicha patrullera. Se trasladó aviso a Chafarinas y el Capitán Hijano ordenó que no se accediera a la entrega de la embarcación y ni mucho menos de su tripulación. Mientras duró el conflicto, la tensión y los nervios se mantuvieron a flor de piel, hasta que pasadas unas horas, la patrullera marroquí empezó a alejarse del Peñón y cuando se comprobó que su localización estaba a muchas millas de nosotros, la embarcación española se marchó rumbo a la península a toda máquina.
El otro incidente fue social, doloroso, cuando una de las familias del poblado marroquí nos pidió ayuda para que el sanitario, el Subteniente médico de IMEC (Instrucción Militar para la Escala de Complemento) atendiera a un niño que accidentalmente se había derramado agua hirviendo por el cuerpo. Poco puedo hacer el médico, tan solo suministrar calmantes para el sufrimiento del pequeño. Al día siguiente, todo y el dolor de la familia, nos entregaron unas cajas de pescado fresco como agradecimiento.
En cuanto a suministros, nos enviaron un barco aljibe para llenar los depósitos de agua y cada semana aterrizó un helicóptero con alimentos frescos, conservas, bebidas y otros materiales para cocina, panadería y para mantenimiento.
Aterrizaje del helicóptero que nos traía los suministros. También el día 25 de diciembre, aterrizó un helicóptero en el que viajaba un capellán castrense para oficializar la misa de Navidad.
Helicóptero en el que nos visitó el capellán para oficializar la misa de Navidad.
Aquí estoy celebrando la Navidad con los soldados Núñez y Ocón.
Como dije, el día 29 aterrizó en el Peñón nuestro relevo, otra COE y, que con prisa y sin pausa, se les pasó las novedades, incluyendo la llave de la cuerda del faro, para salir volando hacia la península, nunca mejor dicho, pero nos esperaba una gincana de sucesos y dificultades que pusieron en jaque, el poder celebrar la Noche Vieja en casa. Hubo averías mecánicas de camiones y retrasos de los trenes, pero el jaque no fue mate y todos pudimos celebrar dicha festividad con nuestras familias. Yo llegué la misma tarde, casi noche del 31 a Vilanova, en ese momento, entrando en casa, me acordé de la promesa del Capitán Hijano que "TODOS CELEBRAREMOS EL FIN DE AÑO EN CASA".
En el Peñón, concretamente en el comedor, dejé una huella de mi estancia, ya que se me encomendó dibujar el escudo de la Compañía, y vaya por delante la verdad, que creo que no gustó mucho mi interpretación artística. Pero allí quedó.
Bajo "mi" escudo de la Compañía, el pintor con los soldados Núñez y León.
Cuando nos reincorporamos a la Compañía, después del permiso de Fin de Año, reiniciamos la rutina diaria en el Cuartel del Bruch, con la actividades físicas, formativas y la preparación del material para afrontar las siguientes maniobras, la Fase de Nieve, que se realizarían en las montañas del Pirineo Catalán, casi toda la fase en la estación de esquí de la Molina.
Hasta que no llegó el día del inicio de la fase, empezamos a familiarizarnos con la equipación de alta montaña, en concreto con los esquís, especialmente para aquellos que nunca habíamos esquiado. Se nos entregó la equipación blanca de montaña, polainas, forros polares, guantes, gorro de lana, esquís, palos y botas, también unas pieles de foca para acoplar a los esquís y poder hacer las travesías en la nieve.
En el cuartel del Bruch, empezamos las clases de iniciación al esquí. Extendíamos una manta en el suelo y encima de ésta, nos calzábamos las botas y nos anclábamos los esquís para realizar ejercicios con ellos, posicionamiento, la cuña, la vuelta María y otras técnicas para no ir completamente a las pistas de vacío.
Llegó el día del traslado a La Molina, concretamente en el alto de la Collada de Tosa, donde había un edificio de uso militar, cerca del Hotel La Collada en la N260. La semana antes, una avanzadilla de nuestra Compañía, se habían encargado al lugar para limpiar y adecuar las instalaciones, para que nosotros y otras unidades militares que vendrían después, pudiesen acomodarse durante la temporada de invierno.
Como en una escuela de esquí, la Compañía de dividió en grupos de 10 soldados según el nivel de pericia que esquiando tuviese cada uno. Yo empecé en el nivel más bajo, ya que nunca había esquiado. En pocos días, fui pasando de grupo a un nivel superior, ya que el hecho de haber patinado sobre rudas muchos año, supongo que me ayudó adquirir fácilmente la técnica. Acabé la fase en el grupo con más nivel, cosa que me animó para seguir practicando el esquí, año tras año, después de mi paso por el Ejército.
A veces he oído qué, en el ejército se empuja a los soldados cuesta abajo sin tener un mínimo de nivel de esquí, pues es mentira, al menos con mi experiencia y en la COE 42 del año 87. He visto muchas barbaridades e irresponsabilidades de personas civiles que intentan esquiar, y que nunca he presenciado en los grupos de las escuelas de esquí militares.
Además de practicar el esquí nórdico, realizamos ruta de esquí alpino, realizando una travesía de 60 Km por pistas, fuera de ellas, subiendo y bajando montañas. Sufrimos momentos con bastante ventisca y nieve que complicó mucho más la travesía. Fue muy dura.
Una de las actividades de la instrucción fue la construcción de iglús, en los cuales dormimos dos noches y, debo de decir que no se pasa frio si se construyen bien y se siguen los consejos sobre el uso del equipamiento y vestuario a la hora de dormir. Por contra, al ser el iglú un espacio tan reducido, donde dormíamos 4 soldados más su equipación y armamento personal, las salidas y entradas de éste eran un "show", pasando a ser el camarote de los "Hermanos Marx" cuando en medio de la noche se activó la "generala" (alarma).
En plena construcción de un iglú.
Una de las anécdotas de la fase la protagonizaron el matrimonio Alemany. El comandante y su esposa (creo), se personaron en la zona donde estábamos construyendo los iglús y al hombre, se le metió en la cabeza, si o si, que su señora entrara en uno de ellos. Solo diré, por no caer en una falta de respeto, que la situación fue muy desagradable para los que presenciamos la escena, del nivel de una película de Berlanga.
Las tardes que no teníamos guardias o actividades programadas, las pasábamos en el Hotel La Collada tomando Cacaolat calientes y jugando a billar y futbolín. Un día nos bajaron con los camiones a Puigcerdà, para tomar alguna copa al pub, si de uniforme. Allí, en un pub, recuerdo que el Capitán Hijano afeó a un soldado que estaba fanfarroneando con una joven por ser un COE y no un soldado con gorrilla, diciéndole el capitán: "SOLDADO, NO SOMOS NI MEJORES NI PEORES, SOMOS DIFERENTES" y le ordenó: "vaya a hacer un relevo a la vigilancia de los camiones". Dicha frase, a mí siempre me ha acompañado y ayudado a ser quién y como soy durante toda mi vida, NI MEJOR NI PEOR QUE NADIE, PERO SI DIFERENTE.
Después de la fase de nieve, todos sabíamos que solo nos queda una, posiblemente la más icónica y popular de todas las que realizan las fuerzas especiales, la Fase de Supervivencia. Pero todavía hubo otra actividad antes, un desfile con exhibición incluida para la Jura de Bandera de un remplazo del Cuartel del Bruch. Para ello, hicimos mucho orden cerrado (ensayos del desfile) y montamos entre los dos edificios de las COEs (41 y 42) pasos elevados, tirolinas y rápel para la exhibición.
Esta imagen es de un remplazo posterior al mío, pero es del GOE IV en el Cuartel del Bruch.
Hago un pequeño inciso para mencionar el poco tema que dio las famosas novatadas de los veteranos a los nuevos en mi remplazo. Pues con sinceridad, no recuerdo ninguna novatada en Gerona y las que viví al principio en la COE fueron muy pocas, seguramente el motivo es la forma de organizarse y planificar los remplazos, pues que casi no hay convivencia entre veteranos y novatos. En mi COE, antes de que llegáramos, el remplazo anterior, casi todos los veteranos habían sido licenciados, quedando solo una docena de ellos y que durante poco tiempo fueron nuestros instructores. Mientras estuvimos nosotros en la COE 42, la 41 estaba vacía y llegaron sus futuros guerrilleros al final de nuestro periodo en la Compañía, coincidiendo con la semana anterior del desfile y las exhibiciones para la Jura de Bandera. Fue casualidad, supongo, pero la casualidad en forma de pasos elevadizos entre edificios, sirvió para que unos pocos se aprovecharan para desplazarse entre cuerdas a la Compañía 41 y realizasen novatadas a los nuevos, una noche de cuchillos largos "light". Lo cómico era ver la cara de no entender nada de los sargentos, cuando a la mañana veían que los pasos estaban incompresiblemente muy destensados.

Subido en la escalera y con la ayuda del soldado Quiroga, estamos repasando las pinturas de la Compañía. En esta imagen se transmite uno de los lemas más conocidos e importantes de la COE 42: "CUANDO TU CUERPO DIGA BASTA, QUE TU MENTE DIGA ADELANTE".
Volviendo al desfile y la exhibición, fueron todo un éxito. Primero desfilamos en formación de la COE, siendo ésta algo diferente de otras unidades militares, pues las filas y las columnas, al menos en aquella época, estaban muy separadas y sobre todo, la diferencia más espectacular, era que desfilábamos a paso ligero y en tercien, los cabos con el subfusil y los soldados con el Cetme por encima de nuestras boinas.
La exhibición a más de las bajadas en rápel, las tirolinas y los desplazamientos en los pasos elevados, se realizaron saltos por encima de bayonetas, exhibiciones de defensa personal y alguna ataques militares. Gustó mucho al respetable.
No es la COE 42, ni el cuartel del Bruch, comparto esta imagen para ilustrar por la formación en tercien y a paso ligero.
Pocas semanas después, como ya se veía venir e intuíamos por los preparativos y la formación que se nos estaba dando, la Compañía se desplazó a la comarca catalana del Ripollès, en una zona muy montañosa, con mucho bosque, pero muy limitada en otras cosas como verán. Estábamos a finales del invierno, pero el frio y la humedad en la zona todavía pegaba, moderadamente.
Llegamos a una zona donde los mandos tenían planificad el fin del trayecto en los camiones y Jeeps. Bajamos de los vehículos y nos dividieron en varios grupos. Cada cierto tiempo, los grupos iniciaban una marcha que no se sabía el destino ni la duración, cada soldado llevaba su mochila y armamento. Nos dieron una ración de combate para alimentarnos. La primera noche después de caminar muchos quilómetros por senderos, dormimos en vivac ocultados en un bosque, el Tte. Serrano que manaba nuestro grupo nos explicó que la maniobra transcurría en territorio enemigo (imaginariamente), pues no podíamos ser localizados y obviamente se prohibía encender fuego para calentar la cena ni para fumar.
Al amanecer, recogimos todos los enseres y continuamos la marcha, a medio día, el teniente nos hizo sacar todo lo que contenía nuestras mochilas y los bolsillos de los pantalones y chaqueta. En esa "redada" nos dejaron casi sin alimentos.
Registro de mochilas para quitar los alimentos que llevaba cada soldado, la fase de supervivencia estaba en marcha.
Antes del anochecer del segundo día de marcha, nos reagrupamos toda la Compañía y el Capitán Hijano nos informó, en la misma línea que el Tte. Serrano, que nos encontrábamos en territorio enemigo y que mientras no recibía la orden de evacuación, debíamos acampar en la zona y racionalizar el alimento.
Matando el conejo.
Estuvimos 7 días acampados, lo primero que hicimos, fue montar las chozas con ramas y el poncho para dormir. Al día siguiente construimos un horno para hacer pan y calentar comida, una fresquera para guardar alimentos y otro horno, uno Cheroqui para ahumar.
Por la mañana nos daban un poco de masa y levadura para hacer un pequeño bollo de pan y, como todo lo que encontrábamos, cazábamos o pescábamos debíamos compartirlo entre los cuatro, los que se componía cada equipo, tres soldados y un cabo.
Preparando el fuego.
Durante el día, los cuatro del equipo nos repartíamos las tareas, como ir a buscar comida, agua al rio, leña, etc. Varias veces al día los mandos nos hacían formar para presentar los alimentos que encontrábamos y daban su visto bueno o no para ser consumidos o tirarlos a la basura. Hubo sesiones de formación para el conocimiento de plantas comestibles, raíces y también, cuando se empezó a notar la falta de alimentación en nuestros cuerpos, los sanitarios nos pasaban revisión médica a todos.
Para mí, los primeros días fueron los peores, supongo que para todos, ya que es cuando más ansías comer y notas los llamamientos del estómago al ir reduciéndose. Los siguientes días, ya no es hambre lo que tienes, solo pensamientos y antojos, pero las fuerzas se notan que van rápidamente desapareciendo. Luego empiezan los conflictos entre los componentes del grupo, el mal humor aumenta, cuesta moverse para ir a buscar ni siquiera agua al rio, sueñas con la comida y aparece la desmoralización, el punto psicológico y, comienzan a haber las bajas médicas.
Mi aspecto físico en los últimos días de la supervivencia.
Durante los días de acampada, a cada grupo nos dieron un pescado para ahumar y comer. Un conejo vivo para matar, pelar y hacer varios caldos con las vísceras y luego para comer la carne racionalizada. Un pollo vivo para matar, beber la sangre, cocinar sopa con las vísceras y también comer por raciones.
Despellejando al conejo los cabos primeros Tejedor y Conejo, observando, Tte. Serrano y Sgto. Iborra.
De cazar, poco se cazó, varios sapos y algunas serpientes, Nuestro grupo cazó una serpiente y pudimos saborear su carne, que nos supo a gloria, como los sapos, sus ancas y no ancas.
Recuerdo de la serpiente que comió mi equipo, es 1/4 de piel.
Aquellos días de acampada, también hubo un incidente. Más o menos al cuarto día, uno de los grupos robó alimentos de una masía rural de segunda residencia. Cuando los propietarios llegaron a la casa para disfrutar del fin de semana y se dieron cuenta del saqueo, fácilmente se imaginaron quiénes podrían haber sido, por lo que pusieron su sospechas en conocimiento de los mandos de la COE. El Capitán Hijano ordenó formar a toda la Compañía, primero nos abroncó y luego pidió que los ladrones salieran de la formación, pero de inmediato, nadie salió. El capitán volvió a hacer el llamamiento, pero esta vez seguido de una amenaza, explicando que si no salían los autores del saqueo, toda la compañía iba al rio a bañarse en la gélidas aguas. Cuando la primera fila de la Compañía empezó a desnudarse, los ladrones de alimentos se identificaron. Éstos fueron castigados con un "caimán" menos duro que los que hurtaron las sudaderas en la Escala, pero a éstos, se les derribó la cabaña y rompieron los dos hornos, les quitaron los alimento que tenían y tuvieron que dormir al raso los días siguientes.
Al 8º día, nos despertamos con una "generala", se nos ordenó que limpiáramos todo, como si nadie hubiera estado allí y nos dieron las indicaciones siguientes: "Seguid este camino de tierra, siempre hacia a izquierda, y a unos 20 quilómetros está el punto de evacuación. Toda persona que no sea de la Compañía y todos los vehículos que pasen por el camino, son enemigos y no os pueden ver" No vimos a nadie caminando, pero si pasaron varios vehículos, con los mandos de la COE abordo, pero representaba que eran enemigos y no nos podían ver, por lo que cuando se daba la alarma de "coche" todos saltábamos a los márgenes. Ya de noche, en una de las alertas, al saltar al margen y en la oscuridad, se oyeron gritos de auxilio, que resultaron ser dos soldados que estaban agarrados a unos arbusto y debajo de ellos, solo había vacío, oscuridad y una caída al rio de varios metros. Al final llegamos todos al punto, donde estaban los camiones para evacuarnos a nuestro "país" a Barcelona, al Cuartel del Bruch.
Al día siguiente, nos dieron de comer, una dieta muy suave, indicándonos que teníamos el estómago muy cerrado y que debíamos ir comiendo de forma muy moderada. Cuando nos dieron permiso de paseo, nos volvieron a recordar que no abusásemos de comer ni beber, debiendo volver todos antes de retreta a la Compañía, para control médico.
Aquél mismo día, mis padres habían ido a Barcelona por visita médica y, cuando salí de paseo, me estaban esperando delante del cuartel. Si mi madre viviera, estoy seguro que todavía recordaría mi físico de aquella tarde, a la mujer se le saltaron las lágrimas por la pena que daba, pues en diez días, había perdido un montón de quilos y que en mi vida, ni por enfermedad había estado tan delgado. Mi padre, como era él, hombre de pocas palabras (en cambio ahora habla por los codos) sin decir nada, nos llevó al Rey de la Gamba de Barcelona y, todo y los "peros" que puse, merendamos-cenamos unas frituras con pan y tomate regado con sangría. Comí más por los ojos que por la boca (no me entró mucha comida), pero la noche en el cuartel la pasé fatal, como la mayoría de la Compañía, ya que todos, unos más y otros menos, hicimos caso omiso a las recomendaciones de los mandos y, como resultado, fue que toda la noche hubo overbooking en las letrinas y los más glotones, se pasaron un par de días en el botiquín.
Pocas semanas después de la fase de supervivencia, nos licenciaron. Habiendo finalizado todas las fases y la formación planificada para nuestro remplazo en la COE 42, tocó festejar y despedirnos todos de la Compañía, entonando la canción "Triste y sola se queda la COE..." Pudimos adquirir a precio simbólico algún recuerdo, yo compré un machete, de los primeros modelos que utilizaron los primeros remplazos de Tarragona. También guardo como un tesoro, mi Boina Verde, la Bañera, escudos y mi "galleta" de CABO LABRADOR, así como la cartilla militar y otros documentos de mi paso por la Compañía


Pero pocos días después de la despedida, cuando todavía aún no había habido tiempo para adaptarnos a la nueva vida civil, se nos volvió a activar a filas, casi de un día para el otro. El motivo fue, por un compromiso social del Ejército, nos enviaban a Amposta para realizar unas exhibiciones en aquella localidad, pero no recuerdo cual era el motivo. La tarde anterior, nos volvieron a entregar el uniforme mimetizado, armamento y mochila para realizar el desfile y la exhibición. Como pasó la primera vez que nos entregaron ese material, por supuesto siempre usado, debimos cambiar entre nosotros las tallas, lavar la ropa en los baños y dormir con ella para que al día siguiente estuviera seca y más o menos sin arrugas.
Pasamos unos tres días en Amposta, creo recordar que pernoctamos en una especie de convento y todo transcurrió perfectamente. Cuando regresamos al Bruch-Barcelona y, después de entregar el material, nos volvimos a despedir todos por segunda vez y aquella, fue la definitiva, finalizando así, mi paso por la COE 42, pero nunca cerrando mi vinculación con ella, el sentimiento de pertenencia y orgulloso de haber formado parte de una gran familia guerrillera.
Recuerdo, que los primeros meses después de la COE, "sufrí" una especie de inadaptación a la vida social y civil, con algún conflicto como mi finiquito con el mundo del Hockey, ya que la Federación Catalana me sancionó de por vida por intento de agresión a un árbitro, éste muy conocido y cercano a los intereses del Club Patí Vilanova. Pero todo ese periodo pasó y se me abrió todo un mundo nuevo, la seguridad, primero privada y luego pública, mi profesión, que se la debo en mucho a la COE y también sin duda a mi compañera de este viaje, MI QUERIDA MUJER, OLIMPIA.
Los primeros años tuve contactos con el Tte. Serrano que fue ascendiendo en los escalafones del Ejército, con el Josep Solano que como dije, también opositó a Mossos y muchos años después con mi padrino de la Compañía Jose Labrador y también gracias a las redes sociales, no hace mucho tengo contacto con el Cabo Álvarez, alias el Pulgui y con él asistí a la presentación en Barcelona del libro del General Íñiguez sobre las Compañías de Operaciones Espaciales Españolas.
Que nadie dude, que el tiempo que estuve en la COE 42 me marcó muchísimo, en especial sus valores: el RESPETO, la SUPERACIÓN, la DISCIPLINA, el ESFUERZO, el ORDEN, el CUMPLIMIENTO... y muchos otros valores que se nos inculcaron en la Compañía y que me han guiado y ayudado siempre para ir superando todas las pantallas del "juego" de la VIDA, ya sean personales, sociales y profesionales.
El año pasado, julio de 2022, se me hizo entrega del reconociendo como Cabo Reservista Voluntario Honorífico del Grupo de Operaciones Especiales "TERCIO DEL AMPURDÁN" IV, mención a la que me siento orgulloso y eternamente agradecido.
Para finalizar esta biografía de mi paso por la COE 42, quiero agradecer a todos mis compañeros que coincidí, a los mandos, en especial de mi grupo, a los que les tuve tanto respeto y admiración: al Cabo Primero Tejedor, a los Sargentos Iborra y Pernas, al Teniente Serrano y también al queridísimo Cabo Primero Conejo (DEP), pero sobre todo, mi homenaje al que considero uno de mis mejores referentes en esta vida que, aunque solo estuve un año con él, fue suficiente para reconocer a una grandísima persona y al mejor mando jerárquico que he tenido nunca, a Mi Capitán Rafael Hijano (DEP).